miércoles, 20 de julio de 2011

Conquistas

....A Carlos María le pareció que la vergüenza, desde entonces, era ella. Toda ella. Sus labios rosados, sus manos débiles, su pelo largo y lacio. Cada vez que la veía no podía más que bajar la mirada. Comenzó a evitarla en los pasillos. Y a la vez todo su cuerpo la exigía. La soñaba cada día, la esperaba en cada pesadilla. Sus pocas palabras se le clavaban en el pecho como estrellas en la noche. Y su risa abrasadora perforaba las paredes desde el otro lado del salón.
....Carlos María se mordía los labios deseando y temiendo el próximo encuentro, aún sabiendo que era inevitable. Y entonces pasó. Chocaron en el segundo recreo, en el pasillo. La maestra del grado no estaba, los compañeros jugaban en el patio. Ella lo miró desde abajo de sus pestañas de caramelo y retorció con un dedo la pollera del uniforme. Le dijo con una semisonrisa que lo había estado buscando. Carlos María se sonrojó. La esperanza le nubló la vista, pero alcanzó a ver cómo sus dedos de muñeca le penetraban el pecho. Con un hilo de palabras revolvieron hasta encontrarlo. El latido acelerado se ahogó cuando los dedos arrancaron la víscera con un tirón certero. El corazón latía en la mano preciosa de Elisa. Cuando se despidió, el trofeo ya manchaba el bolsillo blanco de su uniforme. A Carlos María le pareció que el dolor, desde ese día, sería ella.