3. Alfonso: sus orígenes
....–¿No está tardando mucho la vieja? –preguntó Alfonso a su hermana. Ella se encogió de hombros y pateó una piedra de la calle. Era casi la una de la mañana y estaban por perder el tren. No era la primera vez que la madre los hacía esperar.
....–Vení, Jesi. Vamos a buscar al Negro –dijo Alfonso. Tomó a su hermanita con una mano y empujó el carro lleno con la otra. La estación estaba copada por los cartoneros que esperaban el último tren de la noche. Caminaron un par de cuadras, pero la madre no estaba. El Negro tampoco. Alfonso empezó a considerar tomarse el tren de todas maneras. Si pedía, hasta podría conseguir algunos centavos para la cena. Especialmente con la hermana a cuestas que, cansada y hambrienta, estaba a punto de llorar.
....–Tengo hambre –confirmó la chiquita. Él sacó del bolsillo un pedazo de pan que le sobraba de los que habían conseguido en McDonald´s antes de cerrar. Seguían caminando. Alfonso conocía algunas calles de la zona de Constitución pero cada vez se alejaban más de la estación. Al doblar la esquina, los hermanos se detuvieron en seco. A menos de cinco metros, un tipo grande parado en el umbral de un PH les cerraba el paso.
....–¿Están perdidos, chicos? –preguntó sin dejar caer el cigarrillo de la boca. Alfonso tiró de la mano de su hermana y se preparó a dar la vuelta pero su olfato no pudo ignorar el olor a guiso caliente que salía de adentro de la casa.
....–¿Tienen hambre? Pasen. Hay para vos y tu hermana. –Alfonso permanecía detenido en plena calle. Jésica lo miró como pidiendo permiso. Él pensó en su madre y la insultó brevemente por dejarlos ahí. Reparó en el tipo, que le recordaba al tío Luis: parecía de confiar. Avanzaron.
....–A ver, a ver… ¿alguna monedita para aportar? ¿Estuvieron trabajando? –interrogaba el extraño mientras cerraba la puerta del PH y los empujaba dándoles golpecitos en la espalda y buscando los bolsillos. Los hermanos esquivaron su roce y siguieron hasta el fondo del pasillo.
....–La primera puerta a la izquierda, pibe. Ahí te van a atender.
....La habitación era grande y de techos altos. El olor a guiso provenía de al lado, una cocina improvisada en un cuarto. El aroma se perdía por una ventana chica que daba a un patio. Pero en el galpón principal se mezclaba con un tufo rancio, como a transpiración combinada con orina.
....Los ojos de Jesi y Alfonzo tardaron en acostumbrarse a la oscuridad. Sin pensarlo, dieron un paso atrás. Vieron cuerpos tiritando, no sabían si por el frío o por el llanto. Uno pegado al otro, juntos para mantener el calor. Sucios. Eran chicos como ellos. Seguramente también tenían algún tío a quien les recordaba el tipo de la puerta. O una madre olvidadiza.
....Escucharon que la llave dio una segunda vuelta y trabó la puerta de entrada.
jueves, 5 de noviembre de 2009
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