martes, 6 de octubre de 2009

Fabrice en el consultorio

....La puerta se entreabrió y cedió el paso a una nena con la sonrisa cubierta de alambres. Miraba el chupetín que recién había recibido con aire confundido. Su mamá la llevaba de la mano mientras hablaba con el médico como si ella no estuviera presente.
....Fabrice se preguntó si eso era lo que ese doctor hacía, si se especializaba en alambrar personas, para qué necesitaría él un alambrado, por qué en los consultorios uno no puede hablar en voz alta y tampoco el televisor.
....Se levantó y eligió una de las revistas de la mesa ratona. Con un marcador rojo decidió cambiar el color de la bikini de la chica de tapa. La remera del muchacho sería azul y los zapatos… no había un buen color para los zapatos entre los marcadores. Esto lo decepcionó y aburrió, pero en seguida se distrajo con un quejido que venía del otro lado de la puerta.
....Lo perturbó el llorisqueo. ¿Qué era exactamente lo que hacían en ese cuarto? Recordaba haber estado en un lugar similar cuando era chico pero no había visto ninguna persona alambrada ni recordaba ruidos similares. Con paso incierto optó por volver a su lugar y ocuparse de sacar las cascaritas de madera que se formaban en el asiento al lado de su mamá. Levantó la vista y al descubrir el almanaque deseó que esos gatitos fueran reales para poder pasar el rato y presentárselos a Ramón, el suyo, y tener más gatitos.
....
El crujido de la manija en la puerta de madera captó toda su atención. Los ojos se le abrieron y su manito apretó la de su mamá cuando la secretaría dijo: “¿Fabrice...?”.

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