viernes, 16 de marzo de 2012

Reglas para vivir

1. Todo no se puede.
2. Todo lo que te parece obvio puede ser refutado.
3. A veces parece imposible que algo salga bien, pero sale bien igual.
4. Tratá de identificar hacia dónde va la corriente y dejá que fluya.
5. Si lográs mantenerte tranquilo, vas a disfrutar más si las cosas salen bien y vas a sufrir menos si salen mal.
6. No pienses en el resultado final. Pensá en el Paso 1, después el Paso 2 y así. Cualquier meta es demasiado alta si se la mira desde el piso.
7. No pierdas la salud por un amor ni un amor por el trabajo ni un trabajo porque te colgaste en la rutina.
8.  El qué dirán es muy probablemente el qué dirías vos mirándote desde afuera. Que no te importe.
9. Cuando buscaste todo lo que pudiste y no encontraste, es porque hay una razón ulterior que escapa a tu entendimiento. Es momento de aplicar el punto 4.
10. Cuando está todo mal probá hacer las cosas (las pequeñas cosas) de manera diferente: hacer un nuevo camino para tomar el colectivo, levantarte antes, decirle que sí a lo que antes le decías que no hasta que se destrabe eso que te mantiene en el mismo lugar.

miércoles, 25 de enero de 2012


La gota dulce

La aguja se clava, se hunde, se duerme unos segundos en el brazo hasta que siente en sus entrañas el sabor dulce de la sangre. Una sola gota se llena de rabia roja y le brotan manos que se agitan en un gesto nuevo. Las manos flacas reptan por el brazo y se alargan, agrietándolo. Llegan hasta el cuello, lo aprietan un poco y calan hondo en un ademán de volver a sus venas originales que se hinchan tratando de recuperarlas. Rendidas en el camino, caen, se desvanecen por los pechos amasándolos a su paso, recordando viejos amores o hijos o heridas abiertas; razones ocultas al entendimiento que ahora rodean los pulmones y se encuentran en la espalda. La muerden, la ajustan, le piden al aire que salga y no vuelva a entrar.
El líquido atrapado por dentro extraña a la gota dulce. Se agolpa en la extremidad de los dedos de las manos y los pies adormeciendo el juicio, nublando la vista. Los hilos tintos crean un tejido de asfixia y dependencia en los riñones, luego en el corazón y los nervios. El cuerpo se consume en un grito mudo que baña la piel ajada, la impotencia y la habitación. El rito se repite tres veces al día. La gota asoma, se llena de bronca. Busca la garganta.